A ocho décadas del lanzamiento de la primera bomba atómica sobre Hiroshima por parte de Estados Unidos, la amenaza nuclear vuelve a ser una preocupación central para la comunidad internacional. Con cerca de 135.000 muertes registradas tras el bombardeo de 1945, la advertencia del pasado resurge en un contexto global marcado por el rearme, el estancamiento diplomático y el deterioro del sistema de control de armas.
Desde Ginebra, donde históricamente se han negociado acuerdos clave en materia de desarme, las voces expertas coinciden en que el riesgo de una catástrofe nuclear es hoy más alto que nunca. Melissa Parke, directora ejecutiva de ICAN (Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares), sostiene que “las armas nucleares están siendo utilizadas como herramientas de intimidación”, y advierte sobre el peligro de que los sistemas de inteligencia artificial se incorporen a los sistemas de control nuclear.

El gasto global en armamento atómico ha crecido de manera sostenida en los últimos cinco años. Los nueve Estados con armas nucleares, Estados Unidos, Rusia, China, Francia, Reino Unido, India, Pakistán, Israel y Corea del Norte, han incrementado sus inversiones. China, en particular, triplicó su número de ojivas desde principios de los 2000 y se prevé que alcance las mil antes de 2030.
Pero no son las únicas naciones interesadas en el poder atómico. Según Héloïse Fayet, del Instituto Francés de Relaciones Internacionales (IFRI), países como Corea del Sur, Japón, Turquía, Ucrania y Arabia Saudí están adoptando una postura más favorable hacia la obtención de armas nucleares.

El desarme, mientras tanto, permanece estancado. El Tratado de No Proliferación (TNP), vigente desde los años 60, atraviesa una crisis de credibilidad. Su última conferencia en 2022 fracasó por falta de consenso y no se vislumbran avances hacia 2026. El Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares, en vigor desde 2021, es rechazado por todas las potencias nucleares, e incluso países como Suiza y Japón han decidido no firmarlo.
La tensión geopolítica actual, con conflictos activos en los que participan o se ven amenazadas potencias nucleares, como Rusia, Estados Unidos, Israel e Irán, aumenta el riesgo de un error o malentendido catastrófico. El simbólico “Reloj del Apocalipsis”, creado por el Boletín de Científicos Atómicos, fue adelantado este año a 89 segundos de la medianoche: el punto más cercano al desastre en toda su historia.
Para sobrevivientes como Michiko Kodama, hibakusha del bombardeo en Hiroshima, el temor no es abstracto. “El mundo está olvidando los horrores”, lamenta. Y recuerda con dolor a su hermano menor, víctima de cánceres causados por la radiación. Su testimonio, ignorado por los países con armas nucleares en su reciente visita a Ginebra, representa un llamado urgente al diálogo, la memoria y el desarme.
El mensaje desde Hiroshima
La ciudad de Hiroshima, en Japón, hizo un llamado a la comunidad internacional este miércoles, pidiendo alcanzar un consenso global para la eliminación de las armas nucleares. Este llamado coincide con el 80 aniversario del bombardeo atómico sobre la ciudad, el primero en la historia.

En su declaración anual de paz, el alcalde de Hiroshima, Kazumi Matsui, subrayó la importancia de la perseverancia y la unidad entre los ciudadanos para lograr un mundo libre de armas nucleares. “A pesar de las tensiones actuales entre las naciones, nosotros, como pueblo, no debemos rendirnos. Debemos esforzarnos aún más para construir un consenso en la sociedad civil sobre la necesidad de abolir las armas nucleares y alcanzar una paz verdadera”, declaró Matsui.
El mensaje del alcalde también se dirigió a los líderes mundiales, instándoles a reflexionar sobre cómo sus políticas contribuyen a los conflictos globales. Matsui invitó a los mandatarios a visitar Hiroshima para presenciar de primera mano las consecuencias de un bombardeo atómico. “Acepte con sinceridad el espíritu pacífico de Hiroshima y comience de inmediato a debatir un marco de seguridad basado en la confianza y el diálogo”, añadió en su declaración.