El 29 de julio de 1990, una falla mecánica en uno de los juegos del Italpark provocó la muerte de una adolescente y marcó el final del que fue, durante tres décadas, el parque de diversiones más emblemático de la ciudad de Buenos Aires.
Ubicado en la intersección de las avenidas Del Libertador y Callao, en el actual Parque Thays, el Italpark recibió a miles de visitantes desde su inauguración en 1960. Fue fundado por la familia Zanon, inmigrantes italianos que habían perdido su fábrica de juegos en la Segunda Guerra Mundial y decidieron reconstruir su proyecto en la Argentina.
Con más de 30 atracciones importadas de Italia —como autitos chocadores, trenes fantasmas, laberintos y la montaña rusa más alta de Sudamérica—, el Italpark se convirtió en un ícono del entretenimiento porteño. Durante las vacaciones, solía recibir hasta 10.000 personas por día.
Sin embargo, su historia también estuvo marcada por incendios y desperfectos. Entre 1978 y 1989 se produjeron al menos tres siniestros, que afectaron juegos populares como el tren fantasma, el Súper Monza y el Laberinto del Terror.
La tragedia definitiva ocurrió el 29 de julio de 1990, cuando uno de los carritos del juego Matter Horn, una calesita de alta velocidad, se desprendió. Roxana Alaimo, de 15 años, falleció tras impactar contra una estructura metálica. Su amiga Karina Benítez sobrevivió con heridas graves. Las pericias posteriores revelaron que el juego nunca había sido sometido a una revisión técnica.
#Italpark
— Pablo Mercau (@pablomercauOK) July 29, 2025
El 29 de julio de 1990, uno de los vagones del recorrido Matter Horn se rompió.
Murió Roxana Alaimo, de 15 años y resultó herida de gravedad su amiga Karina Benítez.
4 meses después, el intendente de Buenos Aires, Carlos Grosso, ordenó el cierre definitivo del lugar. pic.twitter.com/XJR0ATngZm
Tras el accidente, el Italpark fue clausurado. Un informe del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) denunció fatiga de materiales, reparaciones improvisadas y ausencia de controles. Aunque en noviembre de ese mismo año el parque reabrió por un fin de semana, el público no respondió y se decidió su cierre definitivo.
A 34 años del hecho, el Italpark permanece en la memoria colectiva como un símbolo de alegría para generaciones de porteños, pero también como un recordatorio de las consecuencias de la desidia y la falta de controles.