En estos 40 años, tras evidentes medidas repetidas que está claro que no funcionan, el mayor de los problemas es el poder adquisitivo del salario, el desempleo real y la pobreza. Toda nuestra energía tiene que estar enfocada en soluciones que ofrezcan estabilidad por más de una década, y eso solo es posible con desarrollo.
Por Sergio Abrevaya
Presidente del Partido GEN
Las frustraciones constantes requieren como respuesta un pacto político que no solo busque la estabilidad económica, sino que la garantice con desarrollo, un perfil productivo, trabajo y mejores salarios.
No hay salvadores individuales. Ya sabemos que, después de las fiestas circunstanciales de estabilidad, a los pocos años todos los males vuelven y hay que pagar la fiesta. Hoy estamos repitiendo parte de ese recetario de éxitos momentáneos sin desarrollo. Hubo un “veranito” con Menem, con los Kirchner, con Alberto; luego sus modelos explotaban en trampas mortales, que terminaban afectando a los que seguían.
Los ciclos de déficit, inflación, endeudamiento y ajuste han destruido el tejido productivo durante décadas. Han vaciado las arcas públicas, socavado la confianza de la sociedad y arruinado su futuro. Del laberinto se sale con una estrategia clara y consensuada de desarrollo.
El punto de partida no puede ser otro que un pacto político para lograr el equilibrio fiscal, estabilizar el valor de la moneda con un tipo de cambio competitivo que genere más divisas y, al mismo tiempo, impacte en las importaciones, reduzca la presión impositiva y fomente actividades con valor agregado.
Los enemigos del desarrollo han sido los supuestos proteccionistas de los gobiernos K, con una enorme intervención del Estado, cubriendo incluso el desempleo con un gran déficit fiscal, dólar extremadamente bajo, alta presión impositiva e inflación. El menemismo o los libertarios calman la inflación bajando el déficit, abriendo importaciones con dólar barato y primarizando la economía.
En ambos casos, las exportaciones prioritarias son las primarias, que por su volumen resisten el bajo valor competitivo o lo resuelven con contrabando. Pero estas exportaciones algún día terminan o sufren vaivenes de precios. No debemos acostumbrarnos a salvar las papas con exportaciones a granel. En todo caso, estas representan una oportunidad para financiar el desarrollo; aprovechemos esta oportunidad por primera vez.
El pacto para una solución a medida y sostenible
Las PYMES son responsables de más del 70% del empleo formal en Argentina. Es el sector prioritario en nuestro interés de desarrollo. Sin acceso al crédito, con impuestos distorsivos, sin previsibilidad y enfrentando la apertura de importaciones con el peso apreciado, es inevitable que miles de emprendedores vean comprometido su futuro.
Argentina ha dependido en mayor medida de sus exportaciones primarias, un modelo que Milei refuerza. Sin embargo, lo que demanda mayor fuerza laboral son las actividades que aportan conocimiento y valor agregado, además de aquellas que pueden equilibrar la balanza comercial con los demás países. En los modelos de dólar atrasado, las pequeñas industrias no cubren los costos para exportar, y los servicios personales al exterior prefieren mantener parte de sus remuneraciones fuera del país ante el bajo valor de cambio. Hoy, el total de estas PYMES representa la mitad de las empresas que exportaban en 2005, perdiendo mercados por no poder afrontar los costos.
Las exportaciones con valor agregado tienen que liderar el desarrollo, y eso es posible con un dólar competitivo y estabilidad monetaria para sostener mercados. Además, los industriales dicen, con razón, que hay que nivelar la cancha. Las importaciones a dólar barato liquidan nuestras empresas y constituyen competencia desleal. Estamos subsidiando el producto extranjero en casos en los que vale la pena producir localmente. Para esto, además de regular las importaciones con un valor de divisa mayor, debemos actuar como los demás países cuando el producto que ingresa viene subsidiado, como el acero chino, y aplicar aranceles en estos casos puntuales de competencia desleal.
Necesitamos una estrategia económica que combine racionalidad, sentido común y compromiso político para construir un modelo productivo basado en el trabajo y la competitividad:
- Retenciones segmentadas y sostenibles para los exportadores, que a la vez contribuyan al sostenimiento fiscal del Estado.
- Los productos importados que lleguen subsidiados o con beneficios impositivos especiales tendrán, en defensa de una competencia leal, o aranceles o beneficios impositivos equivalentes para la industria local.
- Una política que fomente exportaciones de valor agregado, ya sean industriales o de servicios, y que apueste al mercado interno solo donde sea rentable o represente una oportunidad de desarrollo futuro para posicionar ese producto en el mercado internacional.
- Apoyo crediticio para PYMEs, con foco en innovación, productividad y empleo.
- Reducción de la presión impositiva a PYMEs, especialmente a aquellas que exportan.
- Un dólar competitivo como requisito para reactivar el crecimiento y la producción. Los industriales enfrentan costos insostenibles en insumos y logística, mientras el atraso cambiario y las retenciones asfixian su capacidad para exportar. Esto impacta no solo en las divisas que necesita el país, sino también en el empleo, los ingresos y el desarrollo de las economías regionales.
Argentina tiene el talento, los recursos y la capacidad para salir adelante. Estas son herramientas que, junto a un compromiso político genuino, pueden sentar las bases para un crecimiento económico inclusivo y sostenible.
Estas medidas tienen que ser fruto de un pacto de desarrollo entre los sectores políticos y productivos.
Es la única manera de romper el círculo.
Ilustración de la nota
Chacareros, de Antonio Berni.
Óleo sobre tela de 1935, de dos metros por tres, exhibido en el Museo de Artes Plásticas Sívori (Avenida Infanta de Isabel 555-Ciudad de Buenos Aires).