En la historia de la cultura argentina hay nombres que, sin ocupar los escenarios principales, fueron fundamentales para que muchos otros lo hicieran. Daniel Divinsky fue uno de ellos. Murió a los 83 años, dejando un legado que se entrelaza con las páginas más queridas de la literatura y el humor gráfico del país. Fue el editor que transformó a Mafalda en libro, el impulsor de una generación de humoristas gráficos, el creador de una editorial que supo ser sinónimo de libertad en los años más oscuros.
Divinsky padecía desde su infancia problemas renales que se agravaron en los últimos tiempos. Sin embargo, hasta su retiro en 2015, su figura siguió siendo central en el mundo editorial argentino. Fundó Ediciones de la Flor en 1967 y, junto a su socia y compañera de vida Ana María “Kuki” Miler, la convirtió en uno de los sellos más emblemáticos del país.
La muerte de Divinsky fue confirmada este viernes a las 08:54 mediante una publicación en su cuenta personal de Facebook, Fue Lili, su mujer, la que escribió este breve posteo.
“Hola a todos. No soy Daniel, sino Lili, su mujer; él murió esta madrugada, muy tranquilo, muy amado, muy querido”, comenzó el comunicado. Lili aclaró que no habrá ceremonia pública: “No habrá velorio sino una cremación íntima”. Y explicó cuál fue el deseo de Divinsky: “Luego, como él pidió, sus cenizas serán arrojadas al Río de la Plata”.
Abogado precoz —entró a la universidad a los 15 años—, Divinsky encontró pronto su verdadero camino en los libros. Fue en 1970 cuando decidió publicar por primera vez a Mafalda, de Quino, en formato libro. El fenómeno no tardó en explotar y marcaría un antes y un después tanto para la historieta como para la editorial. Con esa misma sensibilidad, sumó a nombres que hoy son clásicos del humor gráfico nacional: Fontanarrosa, Caloi, Liniers, Maitena, Sendra, Nik, entre otros.
Pero su historia también está atravesada por el exilio. Durante la última dictadura militar, tras la censura del libro infantil Cinco dedos —cuya tapa fue leída como una apología de la subversión—, Divinsky fue detenido. Poco después, partió con su familia hacia Venezuela, donde trabajó en la Biblioteca Ayacucho, bajo la dirección de Ángel Rama. Recién en 1983, con el regreso de la democracia, volvió a la Argentina para relanzar su editorial. Lo hizo con fuerza: publicó Los Pichiciegos, de Fogwill, y retomó su rol de editor y agitador cultural.
Daniel Divinsky
Junto a una de las ediciones de Mafalda, símbolo de la cultura nacional que Ediciones de la Flor publicó por primera vez en formato libro.

Además de su trabajo como editor, fue columnista en Página/12 y El Diario de Caracas, conferencista incansable y dirigente de la Cámara Argentina del Libro, donde ocupó cargos durante veinte años. En 2015, vendió su parte de Ediciones de la Flor y se retiró del circuito editorial, aunque nunca dejó del todo el universo de los libros.
Hace exactamente un mes, Ediciones de la Flor publicó este texto en sus redes sociales: “Desde mañana, 1 de julio 2025, Ediciones de la Flor dejará de publicar los libros de Quino, el emblemático autor de nuestro sello. Lamentamos que, por decisión de sus sobrinos herederos, no podamos continuar cuidando su obra como lo hemos hecho desde que nos eligió como su casa, hace más de medio siglo. De todas formas, tenemos la certeza de que la historia mantendrá indisolublemente unidos nuestros nombres, como hasta ahora”.
Justo un mes después, se va Divinsky que no sólo publicó obras. Construyó un catálogo. Una forma de leer el mundo. Un modo de resistencia. Su nombre queda inscripto en las tapas que marcaron generaciones, pero también en ese gesto invisible y vital que define a un buen editor: saber cuándo decir que sí.