Se cumplen 41 años de las elecciones que llevaron a Raúl Alfonsín a la presidencia, marcando el fin de la dictadura en Argentina. El hijo del expresidente, que renunció hace pocas semanas a la Unión Cívica Radical reflexiona sobre los desafíos de la democracia actual y la deriva autoritaria que percibe en la gestión de Javier Milei.
— Hoy se cumplen 41 años de ese histórico 30 de octubre. ¿Qué recuerda de aquel día?
La responsabilidad fue lo primero que me vino a la mente. Recuerdo que, después de las elecciones, preferí irme directamente a mi casa en lugar de al Comité Nacional, ya preocupado por lo que vendría en la transición. Habíamos logrado el objetivo de terminar con la dictadura, pero teníamos por delante enormes desafíos económicos y sociales, además de cumplir con el mandato popular de juzgar a las Juntas Militares. Fue un momento histórico, lleno de obstáculos, pero entre todos logramos establecer las bases de una democracia que, aunque imperfecta, representaba un avance en nuestra historia.
— Con los años, ¿cómo cree que ha cambiado la percepción de su padre, Raúl Alfonsín?
La figura de Raúl comenzó a resignificarse hacia finales de los 90 y fue más evidente en los años previos a su fallecimiento. La cantidad de personas que asistieron a su velorio fue algo que no esperaba. Incluso aquellos que criticaban su gestión económica reconocen hoy su compromiso con la República y la democracia. Estos valores son hoy más necesarios que nunca.
Ricardo Alfonsín, que acaba de lanzar un espacio junto a Forja y Libres del Sur, habló en el programa “En el día a día”, por Radio República AM 770.
— Hablando de democracia, ¿cómo evalúa la situación actual en términos democráticos?
Sinceramente, es preocupante. Nunca antes había visto a un presidente referirse de forma tan despectiva a sus opositores, intelectuales o periodistas, llamándolos “ratas”, “gusanos” o “lacras”. Este gobierno ha tomado un rumbo autoritario, además de ser el más unitario desde el retorno de la democracia, sin respeto por las autonomías provinciales ni por la división de poderes. Se observa una clara deriva autoritaria que aún no se ha profundizado porque no se han dado las condiciones, pero temo por lo que podría suceder si en otras regiones del país ganan líderes afines a este proyecto.
Nunca había visto a un Presidente que tratara de esta manera no solamente a los políticos, a los empresarios, a los intelectuales, a los medios e incluso periodistas que no coinciden con su con su manera de ver las cosas.
Ricardo Alfonsín
— ¿Cree que esta deriva autoritaria se debe a la personalidad del Presidente o a su concepción política?
Esto no se reduce a un tema de carácter; es una postura ideológica. Los autores y referentes que inspira a Milei consideran que la democracia es un riesgo, especialmente para las libertades económicas, que son las únicas que realmente les importan. Hay escritos que muestran cómo algunos de sus referentes prefieren una dictadura con libertad de mercado antes que una democracia que intervenga en la economía.
— A futuro, ¿cómo ve el rol del radicalismo en este contexto?
Muchos radicales que hoy homenajean a Raúl Alfonsín han traicionado sus ideas al aliarse con sectores que no representan los ideales de la UCR. Por eso me desafilié del partido. Hoy en día, el radicalismo se ha convertido en una maquinaria electoral que ha abandonado su esencia y ha representado a sectores ajenos a su identidad. Trabajo junto a otros espacios progresistas, peronistas y socialistas que también se sienten insatisfechos con la situación actual.
Lo que se ha venido haciendo en el partido desde el año 2015, nada tiene que ver con la historia de la Unión Cívica Radical y por eso me desafilié.
— ¿Qué mensaje quisiera dar en esta fecha?
La democracia es mucho más que un sistema de elección de autoridades. No es solo una palabra vacía; es el mejor sistema de gobierno para construir una sociedad más justa. Hoy defender la democracia es un imperativo, porque no se trata solo de una responsabilidad individual, sino de un compromiso político. La dignidad de las personas no puede ser solo un asunto privado, sino un objetivo central de cualquier gobierno democrático.