Adriana Puiggrós analizó el presente del sistema educativo argentino, el avance del odio como política, la amenaza del homeschooling y el vaciamiento de las universidades.
La pedagoga y exdiputada nacional Adriana Puiggrós participó del programa radial “Ahora o nunca: el espacio de la educación”, conducido por Horacio Finoli y Pablo Mercau en Ecomedios AM 1220, donde reflexionó sobre la situación del sistema educativo argentino, el rol del Papa Francisco, el avance del homeschooling y los riesgos del desfinanciamiento en ciencia y tecnología. En una charla lúcida y crítica, advirtió sobre el “odio como modelo político” y la amenaza de un sistema educativo sin escuelas.
-Esta semana se presentó en la provincia de Buenos Aires el libro El maestro, el humanismo del Papa Francisco. ¿De qué se trata la publicación?
El libro reúne cinco artículos: del gobernador Axel Kicillof, el ministro Alberto Sileoni, monseñor Gustavo Carrara, Pepe (Luis Liberman) y uno mío. Es una semblanza coral del Papa Francisco que busca rescatar su pensamiento educativo y su visión humanista. Me dio mucho gusto participar, porque parece que en la Argentina —o en estos tiempos— se ha dejado de hablar del Papa. Y sus enseñanzas, aunque algunos quieran quitárselas de encima, siguen ahí.
- 🔹 “Quieren reemplazar las escuelas por plataformas privadas. No es fantasía”.
- 🔹 “Hoy los chicos no tienen territorio: sin geografía, no hay comprensión del mundo”.
- 🔹 “El celular reemplazó al recreo, a la ronda, a la charla. Y no estamos haciendo nada para revertirlo”.
- 🔹 “El aburrimiento y la contemplación son esenciales. Hay que recuperarlos”.
- 🔹 “El vaciamiento de la universidad pública es una pérdida de soberanía”.
-¿Creés que la vigencia de Francisco también se mide por la virulencia de sus enemigos ideológicos?
Completamente. Pero lo importante es que también sea difundido por quienes compartimos su ética y concepción de la humanidad, incluso sin ser católicos. Porque Francisco representa una moral que interpela.
-¿Cuál es, a tu juicio, la característica más negativa del gobierno de Javier Milei en educación?
Que no cree en la educación como un derecho. Pero voy más allá: creo que odia. Y la educación es, sobre todo, un acto de amor. Con odio no se puede educar. Ese odio que circula hoy, en la calle, en el malhumor social, tiene consecuencias muy regresivas: plantea que tu existencia necesita la eliminación del otro. Eso lo estamos viendo también en el conflicto en Medio Oriente. El odio como política.
-¿La calle, las protestas, pueden frenar ese avance?
Tengo esperanza en las elecciones, pero hay algo misterioso en cómo se transforma el dolor cotidiano en un voto. La gente está mal, se siente mal, pero no sabemos aún cómo se traduce eso políticamente.
-¿Ese odio no tiene que ver también con un modelo de sociedad global basada en la aceleración y la competencia?
Totalmente. Vivimos bajo el mandato de la aceleración. Acelerar es competir, y competir es una lógica profundamente capitalista. En la educación, eso se ve clarísimo: con los celulares, por ejemplo. La gran pregunta es qué hacer con ellos en el aula. Yo pensaba que debían usarse, pero hoy dudo. Lo que no podemos hacer es huir de la tecnología. Hay que enseñar a dominarla, pero eso requiere una inversión enorme y una formación docente que hoy está muy por detrás de los cambios tecnológicos.
-Y al prohibir sin más, solo se refuerza el deseo.
Exacto. Hay que ofrecer alternativas reales. Recuperar el recreo, el aburrimiento, la contemplación. Hoy ni en el recreo los chicos se vinculan: están con el celular. No hay ronda, no hay juego, no hay cancha. Para cambiar eso, se necesita una gran inversión en infraestructura, en espacios que reemplacen lo que hoy suple el celular.
-¿Qué niveles del sistema educativo están siendo más afectados por las políticas del actual gobierno?
La pérdida es muy grave en ciencia y tecnología. Ya se fueron más de 4000 investigadores, muchos a Brasil. Pero también en humanidades, historia, geografía. Hoy los chicos no tienen una geografía mínima. El gobierno lo ha dicho: quiere llegar al homeschooling. Y eso no es fantasía. En Estados Unidos ya es una política oficial en varios estados. Lo que están haciendo es vaciar las escuelas para que dejen de tener sentido.
-¿Y qué implica eso concretamente?
Para tener homeschooling tenés que poder pagar programas carísimos, contratar docentes, y que la madre —porque siempre es la mujer— se quede en la casa para acompañar. ¿Y qué pasa con quienes no pueden pagarlo? Se quedan sin escuela. El gobierno promueve un modelo sin escuelas, pero los docentes en Argentina siguen defendiendo ese espacio. No solo el salario: defienden la escuela como territorio. Y también las familias. El vínculo educador-educando sigue existiendo.
-¿Y en las universidades?
La reducción presupuestaria en el sistema universitario es brutal. El 85% de la investigación en Argentina se hace en las universidades públicas, y se dejó de financiar en un 72%. Muchos docentes están dejando sus cargos para poder sobrevivir. Perdemos soberanía, conocimiento y futuro.