La vida contada en un tierno reflejo teatral

“Simplemente me acuerdo”, con Alejandra Oteiza y Greta Guthauser, es un diálogo con los espectadores, una interpelación en modo de espejo y una puesta muy sentida. Emoción de principio a final.

Cuántas veces les pasó a los escritores de cruzarse con alguien y que les diga, “si te cuento mi historia, vos hacés una novela”. Acaso haya ocurrido eso con “Simplemente me acuerdo”, donde Rose, interpretada por Alejandra Oteiza, se para frente al público, cargada de su alma y los ojos bien abiertos, para contar su historia.

Es un tiempo que va a tener idas y vueltas a lo largo de la obra, porque el juego del recuerdo de una persona de avanzada edad, entra en el cuerpo de quien fue antes, que para el espectador es el ahora.

Drama y comedia, en equilibrio constante, para tocar mucho de aquello que se puede sentir como propio a partir de proyectar la propia vida de quien está en la sala.

Alejandra Oteyza, protagonista de “Simplemente me acuerdo”.

En el contexto de una mujer internada, que se proyecta en una pantalla que hace de anclaje con el presente, Rose saca su cuaderno para compartir su vida, desde chiquita. Ocurre que Rose no puede recordar lo cotidiano, pero los momentos lejanos fluyen en la interacción con Greta Guthauser, que alternativamente asume los papeles de los protagonistas de la vida de Rose.

Greta, la actriz, en el escenario es la mamá de Rose, su mejor amiga, el exmarido. Una serie de cuadros que viajan en el tiempo y a la par de mostrarnos la historia con anécdotas que van del humor a la tragedia, nos acercan como en un tejido cruzado hasta los días del ahora.

Es una mujer dejando el corazón abierto en el escenario, dando alguna pista del final y que nos invita a seguirla a la par, con lúcidos guiños a la platea, sin que sea demagogia actoral ni golpe bajo emocional.

Imperdible y como la vida misma, para contarla y compartirla. Como hace Rose desde el escenario, cuando la tarde del domingo cae.