Dos plazas que pueden ser un punto de quiebre para el Gobierno. Apoyo al oficialismo o presión popular, en una de las marchas, marcan el delgado límite de una movilización. Reclamos concretos y críticas al oficialismo, la columna vertebral de la otra convocatoria.
Por Pablo Mercau
Cincuenta metros separan las columnas de los que marchan hacia el Congreso de los que van a la Plaza de Mayo. En una están alineados con el amplio espectro que, con matices, apoya al Gobierno. Paradójicamente, sin que se haya reparado en eso, le dan la espalda a la Casa Rosada. Son los gremios enrolados en la Confederación General del Trabajo (CGT), en la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA), movimientos sociales nucleados en la UTEP y otras agrupaciones sueltas. Además de las expresiones partidarias en el universo FdT que, con menos presencia, también demostraron lo suyo.
En la otra, partidos de izquierda, fracciones de base enfrentadas en la interna con las conducciones sindicales y movimientos sociales nucleados en Unidad Piquetera. Van al frente de la Casa Rosada, en un cara a cara directo con el Gobierno, en el centro mismo de la Historia argentina.
Entre ambas manifestaciones hay al menos 200 mil personas y están expresados, por los menos, un 80% de la representación político, movimientista y sindical del país. Con sus variantes, la representación popular de las grandes mayorías organizadas.
Un antiguo militante recordaba en la 9 de Julio y Avenida de Mayo, desde donde se palpaban ambas marchas, que en otras épocas todos confluían en la Plaza de Mayo. En términos bien lineales, decía, la izquierda entraba por Diagonal Norte y el peronismo por Diagonal Sur.
Hoy, las circunstancias coyunturales impiden esa unidad táctica, pero hay cercanías que confluyen. Borgeanamente, se podría decir que los une el espanto y no el amor.
El espanto por un esquema donde cada vez son más los que entienden y sufren a diario un proceso de pérdida del poder adquisitivo, que lleva años y que a la par de concentrar riquezas e ingresos, hace la vida difícil e incierta.
Es en la calle también que se construye el debate público. Las urnas, cada dos años, quedan lejos cuando la crisis golpea y si la política muestra quietud (Gobierno y Congreso, los destinos de las marchas de hoy), la sociedad y sus organizaciones ocupan el centro de la escena.
Desorganizada, de a ratos desprolija, con colores e identidades puestas en juego, el pueblo juega y levanta la voz. En los Palacios, se mira por TV y por Twitter. A veces los focus groups en directo, suelen mostrar mejores datos que las encuestas o los estudios de consultoras.
Cómo se leen esas manifestaciones es parte de la capacidad, el poder o las convicciones de quienes deciden, mediante ese mandato otorgado por las urnas.
Habló la calle, la sociedad se expresó y la coincidencia, al margen de los posicionamientos políticos, e ideológicos, es que este esquema inflacionario requiere de acciones urgentes, que pongan freno a la especulación, a los aumentos indiscriminados de precios y a las incertidumbres sobre los tiempos por venir.
De alguna manera, se potenciaron debates que ya existían en la previa y que a partir de esta jornada obligan al Gobierno a decidir, con menos margen de acción, para donde mueve las próximas piezas.
Aunque no se tenga el poder real, la calle es delpueblo y debe ejercer su poder.